Introducción:
El camino de la Cruz es el camino de la vida. La Cruz es el centro del misterio de la salvación, del sobreabundante amor de Dios, el cual, amándonos, nos ha entregado a su Hijo.
Siguiendo a Cristo, recorremos el itinerario del dolor que culmina en alegría, de la crucifixión que prepara a la Resurrección. Hagamos este Vía Crucis en comunión con la Iglesia, en la cual se renueva perennemente el martirio de su Maestro y esposo. La voz de san Teresa de Jesús, nos ayude a vivir la gracia del misterio de la Pasión.
Primera Estación.
Jesús, condenado a muerte.
V. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.
R. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
“Estáse ardiendo el mundo. Quieren tornar a sentenciar a Cristo, pues le levantan mil testimonios y quieren poner su Iglesia por el suelo. ¡Oh, Padre eterno! Mirad que no son de olvidar tantos azotes e injurias. ¿Siempre que tornamos a pecar lo ha de pagar este amantísimo Cordero? No lo permitáis, Señor. Os lo suplico por quien Vos sois: habed lástima de tantas almas como se pierden y favoreced a vuestra Iglesia. No permitáis ya mas daños en la cristiandad” (Camino, 1 y 3)
Oremos
Señor Jesucristo, que fuiste conducido al suplicio de la cruz para la redención del mundo, por tu bondad perdona nuestras culpas pasadas y presérvanos de las futuras. Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
Padrenuestro.
Señor pequé, tened piedad y misericordia de mí.
Segunda Estación.
Jesús con la Cruz a cuestas
V. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.
R. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
“A los que Dios mucho quiere, lleva por camino de trabajos, y mientras más los ama, mayores. El premio de los trabajos es el amor de Dios. Por tan precioso precio, ¿quién no los amara?” (Camino 18, 1; Carta, S. 31. 2)
Oremos
Escucha, Señor, nuestras súplicas, y concédenos la gracia de imitar la pasión de tu Hijo, para sobrellevar con serena firmeza nuestra cruz cotidiana. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
Padrenuestro.
Señor pequé, tened piedad y misericordia de mí.
Tercera Estación.
Jesús cae por primera vez
V. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.
R. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
“Es muy buen amigo Cristo, porque le miramos hombre y vémosle con flaquezas y trabajos, y es compañía. Es muy fácil hallarle cabe sí. Siempre que pensemos en Cristo, es bien nos acordemos del amor con que nos hizo tantas mercedes, y cuán grande nos le mostró Dios en darnos tal prenda del que nos tiene: que amor saca amor” (Vida 22, 10-14).
Oremos
Padre misericordioso, que redimiste al mundo con la pasión de tu Hijo, haz que tu Iglesia se ofrezca a ti como sacrificio vivo y santo, y experimente siempre la plenitud de tu amor. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
Padrenuestro.
Señor pequé, tened piedad y misericordia de mí.
Cuarta Estación.
Jesús encuentra a su Madre
V. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.
R. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
“Es larga la vida, y hay en ella muchos trabajos, y hemos menester mirar a nuestro dechado, Cristo, cómo los pasó. Es muy buena compañía el buen Jesús para no apartarnos de ella, y su sacratísima Madre, y Él gusta mucho de que nos dolamos de sus penas” (Moradas 6,7,13).
Oremos
Jesús, salvador del mundo, que, muriendo, has destruido la muerte y, resucitando, nos has devuelto la vida, por intercesión de tu Madre, consoladora de los afligidos, consuélanos en tu divina consolación, para que, confortados por Ti, infundamos la alegría a los que sufren el dolor. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
Ave maría.
Señor pequé, tened piedad y misericordia de mí.
Quinta Estación.
El cirineo ayuda a Jesús a llevar la Cruz.
V. Te adoramos, Cristo y te bendecimos.
R. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
“Juntas andemos, Señor: por donde fuereis tengo de ir. Tomemos, hermanos, su cruz. No hagáis caso de lo que dijeren. Tropezando, y aun cayendo como Él, no os apartéis de la cruz ni la dejéis. Ya se sabe: quien quiera gozar del Crucificado, ha de pasar cruz” (Camino 26,7. Carta S.233, 7).
Oremos
Dios todopoderoso, mira a la Humanidad extenuada por su debilidad mortal, y haz que recobre la vida por la Pasión de tu único Hijo, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
Padrenuestro.
Señor pequé, tened piedad y misericordia de mí.
Sexta Estación
La Verónica enjuga el rostro a Jesús.
V. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.
R. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
“Cuando pienses en el Señor, o en su vida y Pasión, acuérdate de su mansísimo y hermoso rostro, que es grandísimo consuelo. Será como un recuerdo suave que cale en tu memoria. Podrá llegar a quedar tan esculpida en tu mente esta imagen gloriosísima, que jamás se borre de ella hasta que la veas adonde para sin fin la puedas gozar” (Moradas 6,9,14-3).
Oremos
Mira, Padre, el rostro de tu Hijo Jesucristo, que se entregó para la salvación de la Humanidad; y haz que del Oriente al Occidente sea glorificado su nombre entre los pueblos, y en todas las partes del mundo se ofrezca a Ti el único sacrificio perfecto. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
Padrenuestro.
Señor pequé, tened piedad y misericordia de mí.
Séptima Estación.
Jesús cae por segunda vez.
V. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.
R. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
“Tiene en tanto este Señor nuestro que le queramos y procuremos su compañía que una vez y otra no nos deja de llamar para que nos acerquemos a Él… Abrazaos con la cruz que Jesús llevó sobre sí, y entended que ésta ha de ser vuestra empresa: el que más pudiere padecer, que padezca más por Él, y será mejor liberado” (Moradas 2,1,2-7).
Oremos
Dios Omnipotente y eterno, que has dado a los hombres como modelo a Cristo tu Hijo, nuestro Salvador, hecho hombre y humillado hasta la muerte de cruz, haz que tengamos siempre presente la enseñanza de su Pasión para participar en la gloria de la Resurrección. Él que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
Padrenuestro.
Señor pequé, tened piedad y misericordia de mí.
Octava Estación.
Jesús consuela a las mujeres de Jerusalén.
V. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.
R. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
“En la hora del dolor, mirad a Jesús camino del huerto, o atado a la columna, puesto en tanta soledad: el uno con el otro os podéis consolar. O miradle cargado con la cruz, que aún no le dejaban hartar de huelgo. Os mirara Él con sus ojos tan hermosos y piadosos, y olvidara sus dolores por consolar los vuestros, sólo porque os vais con Él y volváis la cabeza a mirarle” (Camino 26,5)
Oremos.
Perdona, Señor, nuestros pecados, y por tu misericordia rompe las cadenas que nos tienen prisioneros a causa de nuestras culpas, y guíanos a la libertad que Cristo nos ha conquistado. Él que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
Padrenuestro.
Señor pequé, tened piedad y misericordia de mí.
Novena Estación.
Jesús cae por tercera vez
V. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.
R. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
“En la vida, todos llevan sus cruces, aunque diferentes; que por este camino que fue Cristo han de ir lo que le siguen, si no se quieren perder; y ¡bienaventuradas cruces, que aun acá en la vida tan sobradamente se pagan!” (Vida 11,5)
Oremos
Oh Dios, que das fortaleza a los débiles y perseverancia a los creyentes, concédenos la comunión de fe y amor con tu Hijo muerto y resucitado, para compartir la alegría plena de tu reino. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
Padrenuestro.
Señor pequé, tened piedad y misericordia de mí.
Décima Estación.
Jesús, despojado de sus vestiduras.
V. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.
R. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
“Quiere el Señor que en la vida no falte el sufrimiento, para probar a sus amadores y saber si podrán beber el cáliz y ayudarle a llevar la cruz. Padecer quiero, Señor, pues Vos padecisteis. Cúmplase en mí de todas maneras vuestra voluntad” (Vida 11,11-12).
Oremos
Que tu misericordia, Señor, nos libre del peso de la antigua esclavitud del pecado, revistiéndonos de la novedad de tu vida. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
Padrenuestro.
Señor pequé, tened piedad y misericordia de mí.
Undécima Estación.
Jesús es crucificado.
V. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.
R. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
“¿Sabéis que es ser espirituales de veras? Hacerse esclavos de Dios, a quienes pueda vender por esclavos de todo el mundo, como Él lo fue. Y si a esto nos señala Dios con su hierro –que es el de la cruz-, no hayan miedo que aprovechen mucho” (Moradas 7,4,8).
Oremos
Señor Jesucristo, que extendiste por la salvación de todos los hombres los brazos en la cruz, acoge el ofrecimiento de nuestras acciones y haz que toda nuestra vida sea signo y testimonio de tu redención. Tu que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
Padrenuestro.
Señor pequé, tened piedad y misericordia de mí.
Duodécima Estación.
Jesús muere en la Cruz.
V. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.
R. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
“Poned los ojos en el Crucificado, y todo se os hará poco. Si el Señor nos mostró el amor con tan espantables obras y tormentos. ¿Cómo queréis contentarle con solo palabras? Adonde hay amor, es imposible estarse sin trabajar” (Moradas 7,4,8-9).
Oremos
Padre misericordioso, que has querido que tu Hijo sufriera por nosotros el suplicio de la cruz para librarnos del poder del enemigo, concédenos llegar a la gloria de la Resurrección. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
Padrenuestro.
Señor pequé, tened piedad y misericordia de mí.
Decimotercera Estación.
Jesús es bajado de la Cruz.
V. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.
R. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
“No puede Dios hacernos mayor favor que darnos vida que imite a la que vivió su Hijo tan amado: y así procura Él fortalecer nuestra flaqueza para poderle imitar en el mucho padecer. Los que más cercanos anduvieron a Cristo nuestro Señor fueron los de mayores trabajos: miremos los que pasó su gloriosa Madre” (Moradas 7, 4, 45)
Oremos
Oh Dios, Tú has querido que al lado de tu Hijo, colgado de la cruz, estuviese presente su Madre dolorosa: haz que tu santa Iglesia, asociada con ella a la Pasión de Cristo, participe de la gloria de su Resurrección. Él vive y reina por los siglos. Amén.
Ave María.
Señor pequé, tened piedad y misericordia de mí.
Decimocuarta Estación.
Jesús es sepultado.
V. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.
R. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
“¡Oh Señor mío y bien mío! ¿Cómo queréis que se desee vida tan miserable, si no es con la esperanza de perderla por Vos o gastarla muy de veras en vuestro servicio? Vivir sin vos, no es otra cosa que morir muchas veces” (Moradas 3,1,2).
Oremos
Concédenos, Padre, unirnos en la fe a la muerte y sepultura de tu Hijo para resucitar con Él a una vida nueva. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
Padrenuestro.
Señor Pequé, tened piedad y misericordia de mí.
Decimoquinta Estación.
La Resurrección del Señor.
V. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.
R. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
“Estando en la Encarnación el segundo año que tenía el priorato, octava de San Martín, estando comulgando, partió la Forma el Padre fray Juan de la Cruz, que me daba el Santísimo Sacramento, para otra hermana. Yo pensé que era falta de Forma, sino que me quería mortificar, porque yo le había dicho que gustaba mucho cuando eran grandes las Formas. Díjome Su Majestad: “No hayas miedo, hija, que nadie sea parte para quitarte de Mí”, dándome a entender que no importaba. Entonces se me representó por visión imaginaria, como otras veces, muy en lo interior, y me dio su mano derecha, y me dijo: “Mira este clavo, que es señal que serás mi esposa desde hoy. Hasta ahora no lo habías merecido; de aquí en adelante, no solo como Criador y como Rey y tu Dios mirarás mi honra, sino como verdadera esposa mía: mi honra es ya tuya y la tuya mía”.
Relaciones, 35
Oremos
Señor, Dios nuestro, que por tu Espíritu has suscitado a santa Teresa de Jesús, para mostrar a tu Iglesia el camino de la perfección, concédenos vivir de su doctrina y enciende en nosotros el deseo de ser testigos del Resucitado.
Padrenuestro.
Señor Pequé, tened piedad y misericordia de mí.
Conclusión:
Nada te turbe,
Nada te espante,
Todo se pasa,
Dios no se muda;
La paciencia
Todo lo alcanza;
Quien a Dios tiene
Nada le falta:
Sólo Dios basta.
Eleva tu pensamiento,
Al cielo sube,
Por nada te acongojes,
Nada te turbe.
Aspira a lo celeste,
Que siempre dura;
Fiel y rico en promesas,
Dios no se muda.
Id, pues, bienes del mundo;
Id dichas vanas;
Aunque todo lo pierda,
Sólo Dios basta.
“La Eficacia de la Paciencia”. Santa Teresa.