San Emeterio y san Celedonio eran oriundos de Calahorra (La Rioja) y sufrieron en esta ciudad el martirio durante la persecución romana de Diocleciano, en torno al año 298. Los hermanos, Emeterio y Celedonio, militaban en las legiones romanas, pero las abandonaron para profesar, públicamente, su fe en Cristo.

Por ello, fueron llevados ante un tribunal en el que confesaron su fe, lo que les costó el tormento y la cárcel durante algún tiempo. Más tarde, en las afueras de la ciudad, y junto al río Cidacos, afluente del Ebro, sufrieron el martirio y fueron decapitados en una jornada de un 3 de marzo. Allí quedaron sepultados sus restos.

La devoción a los Santos Mártires no sólo afecta a Santander, ciudad que, probablemente, tomara su nombre de “San-Emeter”, sino también a toda la región de Cantabria.

El Papa Pío VI, a petición del entonces obispo de Santander, monseñor Rafael Tomás Menéndez de Luarca (1784-1819), en un Breve del 30 de septiembre de 1791, los declaró Patronos de la Diócesis de Santander.

Si ejemplo y fiesta nos regalan tres máximas para seguirles e imitarles.

1.- Ellos creían que su vida estaba en manos de Dios.

Nuestro mundo, algunos de nosotros, pensamos que todo depende de nosotros. Del dinero, del poder. Sin embargo, ellos, siguiendo las escrituras pusieron sus vidas en manos de Dios, y por eso hoy los celebramos.

Dios frente a razón, frente a la ciencia, frente a la técnica, creer o creer en nosotros mismos, en nuestras fuerzas, parece ser un dilema antiguo. La verdad es que los hombres por si solos, a pesar de su buena voluntad, no parece que construyan un mundo mejor cada día, parece incluso lo contrario.

2.- Elegir frente al mundo, a Dios.

Los santos y especialmente los mártires, nos dicen siempre que a la hora de elegir entre el tiempo, la vida del mundo y ser y servir a Dios, la opción que merece la pena, la que dura para siempre, la que nos da la inmortalidad, es esa, la paradójica, la de perder la vida para ganarla definitivamente.

Cristo así lo hizo, los mártires, de cualquier época, los de los primeros tiempos especialmente así lo hicieron. No es nada nuevo.

3.- Qué armas nos propone san Pablo.:

– Estar firmes.
– El cinturón de la verdad.
– La coraza de la justicia,
– Bien calzados para anunciar el evangelio de la paz.
– Embrazado el escudo de la fe.
– Casco, la salvación.
– Espada la del Espíritu.

Todo ello en un clima de oración en toda ocasión.

¿Estoy yo, así preparado para defender mi fe en este mundo?

– Como ando de valores.
– Me ciñe la verdad.
– Procuro la justicia.
– Anuncio con la vida el evangelio.
– Alimento mi fe.
– Busco la salvación.
– Me guía el Espíritu del Señor.
– Tengo un ambiente de oración en mi vida.

Los mártires nos señalan, que a la hora de elegir entre Dios y el mundo, la elección oportuna, es Dios, aprendamos de ellos y dejémonos guiar por ellos.