
En aquel tiempo, se presentó un maestro de la Ley y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba:
— Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?
Él le dijo:
— ¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?
Él letrado contestó:
— Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo.
Él le dijo:
— Bien dicho. Haz esto y tendrás la vida.
Pero el letrado, queriendo aparecer como justo, preguntó a Jesús:
— ¿Y quién es mi prójimo?
Jesús dijo:
— Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de viaje, …….. lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacó dos denarios y, dándoselos al posadero, le dijo: «Cuida de él, y lo que gastes de más yo te lo pagaré a la vuelta.» ¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los bandidos?
Él contestó:
— El que practicó la misericordia con él.
Díjole Jesús:
— Anda, haz tú lo mismo.
Palabra del Señor
Jesús le devuelve la pregunta al letrado: ¿qué está escrito en la Ley?
La respuesta está en la «Shemá», el alma de la fe del pueblo, manifestada en el capítulo 6 del Deuteronomio: «Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es solamente uno. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas».
Pero el levita completa su respuesta con lo que recoge el Levítico en el capítulo 19: «Y al prójimo como a ti mismo». El binomio Dios-prójimo está presente en el Pentateuco. Haciendo esto el letrado tendrá vida.
Pero él quiere saber quién es su prójimo. Es entonces cuando Jesús relata la historia más sobrecogedora de su mensaje, la historia que resume todo su mensaje.
El samaritano se deja mover por la compasión, hoy diríamos que es solidario con la desgracia de su próximo, aquél pobre hombre que agoniza en la cuneta del camino. Pone en práctica lo que significa «misericordia quiero y no sacrificios», para él es más importante aquel «próximo», que el cumplimiento cultual, que es la opción tomada por el sacerdote y el levita.
Estamos en el “Año de la misericordia”. Preguntémonos ¿somos solidarios, o pasamos de largo ante el sufrimiento del hermano?