1. -«Echad la red». El capítulo 21 del Evangelio según San Juan está cargado de simbolismo. La escena de la pesca es muy semejante a la que Lucas narra en el capítulo 5 de su evangelio.
La diferencia es que ahora Jesús es el Señor resucitado. El vencedor de la muerte dice a sus discípulos «echad la red».
Los siete discípulos representan a toda la Iglesia, que debe dar testimonio de su fe; los 153 peces quizá simbolicen el número de naciones conocidas entonces, porque a todos se les anuncia la Buena Noticia.
Al principio no pescan nada, pues sin la presencia de Jesús la Iglesia no puede nada, aunque emplee los medios más modernos en la transmisión de la fe.

2. – Triple confesión de amor. La Iglesia nace de Jesús, muerto y resucitado, que se hace presente en medio de los discípulos.
La red no se rompe, es decir recibe a todos sin excepción.
Jesús toma el pan y se lo da, como en la Ultima Cena cuando se entregó y se «partió» por todos nosotros.
Jesús pide por tres veces que Pedro le confiese su amor. De esta manera, Pedro repara sus tres negaciones.
La vida de los Apóstoles y en especial de San Pedro, son muy edificantes por lo que tienen de caídas, como nosotros, y de arrepentimiento.
San Pedro tenía mucho de palabra: Señor si es necesario moriremos contigo, nada más ver al Señor se lanza al agua…
Pero negó tres veces a Jesús ¡Qué caída más horrorosa, peor que la de Judas! Pero a diferencia de Judas, Pedro amaba con todas las veras de su alma al Maestro.
Jesús ya resucitado le da a Pedro la primacía en toda la Iglesia «apacienta mis corderos», «pastorea mis ovejas». Jesús pregunta insistentemente: «¿me amas?» y Simón en su tercera respuesta como quejándose: «Señor tú lo sabes todo, tú sabes que te amo».

Y nosotros somos iguales: ¡cuántas caídas! ¡Cuántas cosas de las que tenemos que arrepentirnos! ¡Cuántas faltas de amor a Dios y al prójimo! y como San Pedro le decimos al Señor: «Tú lo sabes todo, tú sabes que te amo».
A cada uno de nosotros Jesucristo nos propone seguirle con un encargo concreto. En esto consiste ser cristiano.
La intención del texto es señalar la misión que Cristo encomienda a Pedro de pastorear a su Iglesia. Pero es el amor a Cristo la primera condición para ser «pastor» en su Iglesia.
La misión de todo cristiano, y en especial de los pastores, es transmitir la fe. Pero esto no se hace sólo con discursos grandilocuentes, sino desde la experiencia de fe en Cristo resucitado.

3. – «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres». Por ser coherentes con su compromiso los primeros cristianos sufrieron mil penalidades: Azotaron a los Apóstoles, les prohibieron hablar en nombre de Jesús y los soltaron.
Los Apóstoles salieron del consejo, “contentos de haber merecido aquel ultraje por el nombre de Jesús». Los Apóstoles no eran en su caminar por la tierra seres anormales, masoquistas… Pero sí eran personas enamoradas y el amor lo sufre todo con felicidad.
Ya lo decía San Bernardo: «creed al experimentado». La Iglesia desde el principio aparece como signo de contradicción, por eso es perseguida. El anuncio valiente del Evangelio puede acarrear persecución por parte de los poderes de este mundo, pero está claro que «hay que obedecer a Dios antes que a los hombres». Si la Iglesia se acomodase a este mundo perdería el sentido de su ser.
Sólo si presenta con valentía el anuncio gozoso y liberador del Evangelio se identificará con el Cordero Pascual, Jesucristo muerto y resucitado que se entrega por nosotros. Los testimonios de los mártires de hoy son impresionantes. Cristianos asesinados en Pakistán, Siria, Irán, La India… Ellos son testigos auténticos de Cristo resucitado. Viendo nuestra realidad actual hemos de reconocer que nosotros tenemos mucho que aprender de ellos.
La Iglesia es el blanco de muchos ataques injustos y generalizados, pero hemos de convencernos de que la mejor defensa es nuestro ejemplo de vida.