Mónica nació en Tagaste (África del Norte) a unos 100 km de la ciudad de Cartago en el año 332.

Ella deseaba dedicarse a la vida de oración y de soledad (como su nombre lo indica) pero sus padres dispusieron que tenía que esposarse con un hombre llamado Patricio. No era católico, tenía mal genio y la dio muchos disgustos.

Tuvieron tres hijos: Aurelio Agustín, Navigio y Perpetua.

Mónica rezaba por su esposo. Alcanzó de Dios la gracia de que en el año de 371 Patricio se hiciera bautizar, poco tiempo después murió.

Patricio y Mónica se habían dado cuenta de que su hijo mayor era extraordinariamente inteligente, y por eso lo enviaron a la capital, Cartago.

Cuando murió su padre, Agustín tenía 17 años y empezaron a llegarle a Mónica noticias de que el joven llevaba una vida poco edificante. Perteneció durante varios años a la secta de los Maniqueos. Mónica no aprobaba su conducta y le reprendió severamente. Santa Mónica rezaba por la conversión de su hijo. Ante su aflicción, S. Ambrosio, le dijo “Es imposible que se pierda el hijo de tantas lágrimas”.

En el año 386 S. Agustín se convirtió. Dejó a la mujer con la que vivía, abandonó sus vicios y malas costumbres. Fue bautizado el 25 de abril del año 387.

Una vez convertido, Agustín dispuso volver con su madre y su hermano a su tierra en África. Querían embarcar en el puerto de Ostia. Aquí tiene lugar el famoso Éxtasis. Había obtenido su gran deseo, ver a su hijo, cristiano católico. Murió a los 55 años de edad.

Las madres y las esposas encuentran en Santa Mónica, un modelo y una santa intercesora para conseguir la conversión de los suyos.