En aquel tiempo, comenzó Jesús a decir en la sinagoga: «Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír.»
Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de sus labios. Y decían: «¿No es éste el hijo de José?»
Y Jesús les dijo: «Sin duda me recitaréis aquel refrán: «Médico, cúrate a ti mismo»; haz también aquí en tu tierra lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaún.»
Y añadió: «Os aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra. Os garantizo que en Israel había muchas viudas en tiempos de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, más que a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado, más que Naamán, el sirio.»
Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte en donde se alzaba su pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba.
Palabra del Señor.
Amar sin exclusión.
Jesús, después de proclamar la liberación de los oprimidos y el año de gracia para todos, recibe la aprobación e incluso la admiración de sus paisanos.
Pero quieren secuestrarlo y utilizarlo en su beneficio. Y es entonces cuando Él se da cuenta de sus intereses egoístas y provincianos. Les hace ver que no ha venido a satisfacer sus apetencias, sino a salvar a todos.
Así hicieron los profetas Elías y Eliseo cuando ayudaron a la viuda de Sarepta y a Naamán el sirio.
A veces también hoy los cristianos y la Iglesia hemos sido secuestrados por el poder civil y hemos servido a los intereses rastreros de los poderosos buscando su complacencia.
Jesús fue exigente consigo mismo y con los demás. No vino a anunciar un mensaje edulcorado, sino comprometido con la realidad.
Si el amor no nos lleva a transformar la realidad injusta, no es auténtico amor. El Papa Francisco nos recuerda que hay muchas personas descartadas en nuestro mundo. Son hermanos nuestros y hacia ellos tenemos que tener un amor preferencial. Eso es amar de verdad.