
En aquel tiempo dijo Jesús:
– Yo soy el buen pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo hace estragos y los dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas. Yo soy el buen pastor, que conozco a las mías y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas.
Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que traer, y escucharán mi voz y habrá un solo rebaño, un solo Pastor. Por eso me ama el Padre: porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para quitarla y tengo poder para recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para quitarla y tengo poder para recuperarla. Este mandato he recibido de mi Padre.
Palabra del Señor
El buen pastor da la vida por las ovejas. El buen pastor llega a querer a sus ovejas como un padre y una madre quiere a sus hijos, estando siempre dispuestos a dar su vida, si llegara el caso, por ellos.
Cristo fue un buen pastor en este sentido heroico: dio su vida por las ovejas, por nosotros.
Cuando los documentos de nuestra Iglesia hablan de pastores casi siempre se refieren a los sacerdotes y ministros ordenados, pero el concepto de pastor incluye también a todas aquellas personas que tienen la obligación de atender a la salud espiritual de otras personas.
Ayudar a los demás a ser buenos y felices es lo más bello y maravilloso que puede hacer una persona. Pero vivir pendientes de los demás y estar siempre dispuestos a ayudar a los demás supone una generosidad heroica que no es fácil de mantener a lo largo de la vida.
En este domingo del Buen Pastor todos nosotros, los cristianos, debemos pedir a Dios nuestro Padre que nos conceda la gracia de vivir movidos durante toda nuestra vida por una generosidad heroica, tratando de imitar en la medida de nuestras fuerzas a su Hijo Jesús, el que dio su vida por nosotros con libertad y amor divino.
El ejemplo de tantos santos cristianos, desde san Pablo hasta la Madre Teresa de Calcuta, que entregaron su vida por los demás con generosidad heroica, nos dice que también nosotros, con la gracia de Dios, podremos hacerlo.