
En aquel tiempo, Jesús se puso a hablar a la gente del Reino de Dios, y curó a los que lo necesitaban. Caía la tarde y los Doce se le acercaron a decirle:
– Despide a la gente; que vayan a las aldeas y cortijos de alrededor a buscar alojamiento y comida; porque aquí estamos en descampado.
Él les contestó:
– Dadles vosotros de comer.
Ellos replicaron:
– No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos a comprar de comer para todo este gentío.
Porque eran unos cinco mil hombres. Jesús dijo a sus discípulos:
– Decidles que se echen en grupos de unos cincuenta.
Lo hicieron así, y todos se echaron. Él, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los dio a los discípulos para que se los sirvieran a la gente. Comieron todos y se saciaron, y cogieron las sobras: doce cestos.
Palabra del Señor
En el evangelio de hoy hemos leído el relato de la multiplicación de los panes y los peces. En esta fiesta del Corpus, debemos entender este relato también en lenguaje eucarístico.
Nuestras eucaristías nos dicen que Cristo ofreció su vida para salvar a todos los hombres, sin excepción alguna.
Nuestras eucaristías no pueden quedarse en un acto piadoso individual, sino que deben implicar un propósito de salvar al mundo, especialmente a los más necesitados.
Hoy es el día del amor fraterno y nuestra eucaristía de hoy debe animarnos a querer salvar, por amor, a todas las personas, especialmente a las que viven de forma más precaria.
En esta eucaristía de la fiesta del Corpus, ofrezcamos cada uno de nosotros todo lo que podamos, para que nadie se muera de hambre.
Jesús, que se hizo alimento por nosotros, nos dice, mirándonos a los ojos y tocando nuestro corazón ¡Dadles vosotros de comer!