“Durante años fui un neurótico. Era un ser angustiado, deprimido y egoísta. Y todo el mundo insistía en decirme que cambiara. Y no dejaban de recordarme lo neurótico que yo era. Y yo me ofendía, aunque estaba de acuerdo con ellos, y deseaba cambiar, pero no acababa de conseguirlo por mucho que lo intentara.

Lo peor era que mi mejor amigo tampoco dejaba de recordarme lo neurótico que yo estaba. Y también insistía en la necesidad de que yo cambiara. Y también con él estaba de acuerdo, y no podía sentirme ofendido con él. De manera que me sentía impotente y atrapado.

Pero un día me dijo: «No cambies. Sigue siendo tal como eres. En realidad no importa que cambies o dejes de cambiar. Yo te quiero tal como eres y no puedo dejar de quererte».

Aquellas palabras sonaron en mis oídos como música: «No cambies. No cambies. No cambies… Te quiero…». Entonces me tranquilicé. Y me sentí vivo. Y, ¡Oh, maravilla!, cambié. (Antonhy de Mello, El canto del Pájaro)

Desde este ámbito parroquial en el que me encuentro, observo que hasta mi llegan personas, afligidas, rotas, quebradas interiormente. Vasijas que pierden agua, y así se secan y resecan perdiendo para ellas mismas lo más sagrado, la dignidad de personas. Yo los denomino como nuestros “cántaros rotos”.

La filosofía utilitarista y consumista que nos lleva a llenar los basureros de cosas con mala imagen, rotas, dañadas o que simplemente han perdido su brillo, se está extendiendo a las personas.

¿Qué pasa cuando una persona se rompe? ¿Cómo confesarte “roto” en una sociedad que no acepta imperfecciones? ¿Cómo pedir un empujón en una sociedad que sólo mira hacia delante? ¿Cómo acercarte al otro sin miedo a que te rechace y te cambie por algo que no dé problemas?

Decía Frida Khalo: “Si yo pudiera darte una cosa en la vida, me gustaría darte la capacidad de verte a ti mismo a través de mis ojos. Solo entonces te darías cuenta de lo especial que eres para mí”.

Necesitamos alfareros de cántaros rotos, personas que nos escuchen, que nos miren con cariño, que no nos juzguen ni prejuzguen, arteSANOS que nos abracen y restauren nuestro barro dejándolo listo para romperse otras mil veces en servicio de los demás, ¿te apuntas?.