A punto de terminar el año de la Misericordia proclamado por el Papa Francisco, creo oportuno profundizar en esta palabra que se presenta en el evangelio como ideal de vida y criterio de credibilidad: “Dichosos los misericordiosos, porque encontrarán misericordia” (Mt 5,7).

Una de sus características es la compasión, para comprenderlo mejor es interesante aquello que se dice que sucedió durante la Segunda Guerra Mundial en un campo de concentración. Se pidió a un judío que acudiera a la habitación de un miembro de las SS.

“Entonces, Simon Wiesenthal fue conducido al lecho de muerte del alemán, quien le relata las torturas que ha infligido a los judíos y por las que siente grandes remordimientos.

Su intención era pedir perdón a un judío como representante de todo su pueblo. Wiesenthal, cuyo estado era tan lamentable que tan solo era capaz de sentir indiferencia, con un gesto de su mano espanta una mosca del rostro ensangrentado del alemán”.

La compasión es la atracción inevitable de la fragilidad, la debilidad y el sufrimiento ajeno, que hace a la persona sentir la “necesidad” de com-padecer. Es una vulnerabilidad que impulsa a arriesgar y hasta a perder, por el otro, los propios intereses.

Otra característica es la ternura, esta, es la expresión más serena, bella y firme del respeto y del amor. Es traducción del reconocimiento hacia una persona a la que no se quiere juzgar, sino ayudar.

La doctora Elisabeth Kübler-Ross (Sobre la muerte y los moribundos, Grijalbo, Barcelona 2000), no dudaba en afirmar que los recuerdos que más nos acompañan en los últimos instantes de nuestra vida tienen que ver con experiencias de ternura, de encuentro profundo con un ser amado, palabras de gratitud, caricias, miradas, un adiós, un reencuentro, un te quiero.

Por último la misericordia también se tiñe de perdón, pues perdonar comporta también perdonarse a sí mismo, en cuanto que el daño recibido ha generado reacciones que pueden haber desencadenado nuevos daños a uno mismo o al ofensor.

Dijo Willian Shakespeare, “El perdón cae como lluvia suave desde el cielo a la tierra. Es dos veces bendito; bendice al que lo da y al que lo recibe”. La misericordia, cuando se traduce en perdón, es fuente de alegría, de serenidad y de paz.

Así que amable lector, aprendamos el camino de la misericordia, porque “la misericordia se ríe del juicio” (Carta de Santiago, 2,13).