Mientras riego las hortensias, dice mi amigo Manolo, “lacianiego de pro”, que vuelva a escribir sobre las plantas, lo hace con una sonrisa, con la sencillez y discreción de siempre.
La verdad es que desde aquel artículo, ha llovido, escampado y vuelto a llover, aunque ahora un poco menos. La poda salvaje que sufrieron no acabo con ellas, y en contra de ciertos pareceres brotaron más fuertes que antes.
Un feligrés de los de la misa de nueve, me indicó un día, hablando sobre la jardinería, “que era la agricultura del corazón”, precisamente, porque era un regalo para los sentidos de los que las contemplaban. La verdad es que este entretenimiento en el que me he metido, me da muchas satisfacciones.
La variedad de colores también me hace pensar en la diversidad y riqueza del mundo vegetal y también, por extrapolación, del humano. El abanico de matices habla también de obra de arte desde lo diferente pero a la vez complementario.
Cuando empezaron a crecer, fui consciente de que el espigón que da a la subida al faro estaba muy despoblado, como pude, traje pequeñas plantas de otras ubicaciones, pero no eran suficientes. El milagro del corazón, hizo que Carlos, José, Maite …, por distintos derroteros convergieran en donarme las que faltaban. Y así ha ido embelleciéndose el pequeño cuadro.
El P. Mariano las dedicó unas fotografías de esas que sube a la tele, en una de ellas, un caracol tomaba el sol ajeno al robo de imagen que el paparazzi mas conocido del barrio le hacía.
Pasaron la noche de S. Juan ajenas al sobresalto y sobreasalto que estas zonas sufren en tan movida noche. No hubo que lamentar incidencias. Y sin embargo el mayor ataque sobrevino la semana pasada cuando un matrimonio de unos sesenta años decidió pensando que nadie les observaba, sustraer una planta entera.
Me afectó, lamentablemente pensé más en la sinrazón de ese acto que en todo el bien que la labor me había reportado. Pero la lección vital es que siempre hay que sembrar, sin desmoralizarse por los pequeños contratiempos.
No merece la pena quedarse en lo negativo, tanto en la mini jardinería, como en la vida, si escuchamos, si somos medianamente objetivos, ganamos más sembrando el bien que haciendo el mal. Además, nadie puede robarme todo lo que he disfrutado de las sonrisas, conversaciones y mil anécdotas que algo tan sencillo me ha reportado.