El término no es muy científico, parece más bien venido de Sudamérica. Es una palabra usada que nombra una suerte de “síndrome existencial” que aqueja a muchas personas que, al ver que su DNI acumula años, siente un conglomerado de cosas que luego se traducen en conductas, en algunos casos, alocadas o dislocadas.
No hay acuerdo a lo hora de decir a qué edad aparece el “viejazo”. Para algunos observadores es mayoritariamente patrimonio masculino, si bien, muchas damas, pasados los años, parecen cumplir con los requisitos del fenómeno.
Digamos que es una de las maneras que existen para asumir lo que se da en llamar la “crisis de la mitad de la vida”. En definitiva es una falta de aceptación de la edad que se tiene, lo que se traduce en una sorda o explícita rebeldía frente a la realidad.
Llegados a este punto, decido ir al espejo, y me digo ¿tendrás, estarás pasando el “viejazo”, y ni te has dado cuenta? Por ello, empiezo a mirar con detenimiento los distintos síntomas.
Crisis de pareja. No tiene pinta, llevo toda la vida peleándome conmigo y con los que a mi lado viven con pocos cambios significativos.
Rebeldía con el sistema de vida. ¡Bueno!, te planteas y replanteas una y otra vez, si haces las cosas bien, si este es tu sitio, pero vamos, que ni llego a la puerta con el petate.
Uso de ropas similares a las de los hijos. ¡Imposible!, primero porque no los tengo, segundo porque no me valen.
Exageradas preocupaciones estéticas. Si va por el cabello, ni inmutarme, la mitad se me ha caído y la otra mitad tiene un color gris cada vez más desvaído. .
Nuevas amistades y parejas mucho más jóvenes, culto al cuerpo y al gimnasio, tatuajes tribales, deportes extremos. Sin comentarios.
No, no padezco el síndrome o estoy en la etapa siguiente; sopitas y buen vino, pijama en casa, mirar temperatura antes de salir, cuidarme con el frío, decir mucho eso de “por qué lo digo yo”…
De todas las maneras, quiero pensar que cierta sabiduría es uno de los elementos que compensan las mermas físicas que vienen con los años, en definitiva, de nada vale querer detener o atrasar el tiempo, lo más inteligente será usar los años a favor en lugar de luchar contra ellos.