Llega hasta mí, un texto imaginario que trabaja sobre la hipótesis de que Jesús hubiera dejado un testamento antes de morir, nada materialista, más bien en clave simbólica.
De esta manera el Señor, dejaría unas sandalias para todos aquellos que estén dispuestos a no dejar el camino y seguir andando. La palangana, sería un recordatorio del servicio permanente, del mundo al revés, (sólo siendo pequeño ante los hombres, se puede ser grande ante Dios).
El Cáliz, bebida reservada a los valientes, a los que estén sedientos de un mundo mejor y de una sociedad más justa. La Cruz, es de libre disposición, especialmente para los que estén dispuestos a cargar con ella.
Así sigue la secuencia con la túnica, su palabra, la alegría, la humildad, su hombro, su perdón… Y yo, ya metido de lleno en la semana Santa, empiezo a recordar los capítulos 13 al 17 del Evangelio de Juan.
En el contexto del jueves de Pascua, Jesús ha cenado con sus discípulos. Jesús vive las últimas horas con los más allegados. Tiene una honda preocupación, un deseo:
“No te pido sólo por éstos, te pido también por los que van a creer en mí mediante su mensaje: que sean todos uno, como tú Padre estás conmigo y yo contigo; que también ellos estén con nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste. Yo les he dado a ellos la gloria que tú me diste, la de ser uno como lo somos nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste. Yo les he dado a ellos la gloria que tú me diste, la de ser uno como lo somos nosotros, yo unido con ellos y tú conmigo, para que queden realizados en la unidad; así sabrá el mundo que tú me enviaste y que los has amado a ellos como a mí”. (Juan 20-23 Nueva Biblia Española)
Resuena en mis oídos la insistencia en la necesidad de unión, de que el mundo crea, de que todos se den cuenta de que Jesús no ha sido un francotirador, un expedicionario por libre, un paracaidista perdido en el desierto de nuestras guerras, sino que ha venido porque Dios, le envió.
Y ahora sí, veo más claro, no hizo ningún testamento, simplemente nos amó hasta el extremo. Un exagerado en definitiva, pero no, no dejó testamento, porque no murió, está vivo, HA RESUCITADO, y lo mejor, busca el encuentro con las mujeres y los hombres de buena voluntad.