Pronto celebraremos el día de la paz. En su raíz, Gandhi. Algunas de sus frases resuenan en nuestro interior. Cabe destacar aquello de “Vive como si fueras a morir mañana. Aprende como si fueras a vivir siempre”.

Pero para no quedarme en palabras, el día de la paz quiero dedicarlo a declarar la guerra a mis defectos, a todo lo que en mí va en contra directa o indirectamente de la paz.

Por todo ello yo declaro la guerra a mi intolerancia, a ver enemigos por todas partes, llegando incluso a hacerlos, si no los hay o los tengo.

Lo mismo quiero hacer con mi soberbia, la que me lleva a mirar a los demás por encima del hombro, como si fuera superior por cuestión de no se qué méritos o condición.

Otra guerra, a la indiferencia, a que el prójimo, el próximo, no me importe mucho, incluso más bien, nada.
Frente abierto permanente es el de la locuacidad estéril, ese perderme en palabras y consejos para los demás, incapaz de aplicármelos a mí mismo.

Si miro a mi interior, también descubro que cada vez creo menos en todo en general, volviéndome un escéptico que solo doy valor a lo que toco, veo y mido yo. (Otros aquejados del mismo mal, dicen que es la edad, y por tanto un signo de sabiduría).

Trinchera especial como si de un “Oscar” se tratara, merece mi selectiva buena memoria, “rencor” siguiendo los manuales clásicos de moral.

Sobre la agresividad cabría un tratado, porque en una sociedad que denominamos cada vez más agresiva, nos olvidamos con asiduidad de que nuestra manera de expresarnos, nuestros ademanes, la manera de condenar a los demás, incluso la de conducir y conducirnos, no es ni más ni menos que el caldo de cultivo sobre el que nacen otro tipo de agresiones.

Por todo ello, acabo concluyendo que es ilógico perderme en declaraciones de paz mundial como afirman las mises cuando les preguntan sobre algo que anhelan sobre manera, sin empezar a construirla a partir de la base, esto es, uno mismo.

También decía Gandhi, «La felicidad consiste en poner de acuerdo tus pensamientos, tus palabras y tus hechos». Sin duda alguna que por ahí si podremos empezar a construir un mundo y una humanidad más pacífica.