En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
— En aquellos días, después de una gran tribulación, el sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los ejércitos celestes temblaran. Entonces verán venir al Hijo del Hombre sobre las nubes con gran poder y majestad; enviará a los ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatro vientos del extremo de la tierra al extremo del cielo. Aprended lo que os enseña la higuera: Cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, sabéis que la primavera está cerca, a la puerta. Os aseguro que no pasará esta generación antes que todo se cumpla. El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán. El día y la hora nadie lo sabe, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, solo el Padre.

Palabra del Señor


Aprended de la parábola de la higuera…

El Señor siempre está cerca de cada uno de nosotros, animándonos con su gracia, su presencia y su amor para que sigamos viviendo.

Todos los signos de los tiempos, la guerra y la paz, la justicia y la injusticia, la muerte de un niño y la muerte de un anciano, todas las criaturas nos hablan de un Dios que, como diría san Juan de la Cruz, por ellas ha pasado.

El universo entero es huella de Dios: debemos ver y sentir a Dios en todas sus criaturas y, de manera especial, en cada uno de nosotros.

Comparada con los tiempos de Dios, nuestra vida es solo un instante, como un soplo; todas las criaturas nos dicen que Dios está siempre ahí mismo.

Estos son para nosotros los signos de los tiempos, a través de sus criaturas debemos los cristianos saber descubrir a Dios.

Como cada higuera espera su primavera para que sus ramas se pongan tiernas y broten sus yemas, así cada uno de nosotros debe vivir siempre esperando que llegue para cada uno de nosotros la primavera de Dios, cuando Dios se hará presente definitivamente, en nuestras vidas.