Jesús, después de proclamar la liberación de los oprimidos y el año de gracia para todos, recibe la aprobación e incluso la admiración de sus paisanos.
Pero quieren secuestrarlo y utilizarlo en su beneficio. Y es entonces cuando Él se da cuenta de sus intereses egoístas y provincianos. Les hace ver que no ha venido a satisfacer sus apetencias, sino a salvar a todos.
Así hicieron los profetas Elías y Eliseo cuando ayudaron a la viuda de Sarepta y a Naamán el sirio.
A veces también hoy los cristianos y la Iglesia hemos sido secuestrados por el poder civil y hemos servido a los intereses rastreros de los poderosos buscando su complacencia.
Jesús fue exigente consigo mismo y con los demás. No vino a anunciar un mensaje edulcorado, sino comprometido con la realidad.
Si el amor no nos lleva a transformar la realidad injusta, no es auténtico amor. El Papa Francisco nos recuerda que hay muchas personas descartadas en nuestro mundo. Son hermanos nuestros y hacia ellos tenemos que tener un amor preferencial. Eso es amar de verdad.