En aquel tiempo, Jesús atravesó de nuevo a la otra orilla, se le reunió mucha gente a su alrededor, y se quedó junto al lago. Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y al verlo se echo a sus pies, rogándole con insistencia:
— Mi niña está en las últimas; ven, pon las manos sobre ella, para que se cure y viva.
Jesús se fue con le acompañado de mucha gente que lo apretujaba. Había una mujer que padecía flujos de sangre desde hacia doce años. Muchos médicos la habían sometido a toda clase de tratamientos y se había gastado en eso toda su fortuna; pero en vez de mejorar se había puesto peor. Oyó hablar de Jesús y acercándose por detrás, entre la gente, le tocó el manto, pensando que con sólo tocarle el vestido, curaría. Inmediatamente se secó la fuente de sus hemorragias y notó que su cuerpo estaba curado.
Jesús, notando que había salido una fuerza de él, se volvió enseguida en medio de la gente, preguntando:
— ¿Quién me ha tocado el manto?
Los discípulos le contestaron:
–Ves como te apretuja la gente y preguntas: “¿quién me ha tocado?”
Él seguía mirando alrededor, para ver quién había sido. La mujer se acercó asustada y temblorosa, al comprender lo que había pasado, se le echo a los pies y le confesó todo. Él le dijo:
— Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz y con salud…..

PALABRA DEL SEÑOR.

La fe es la condición imprescindible para la actuación de Dios. Y, hay que reconocerlo, en múltiples ocasiones, preferimos abandonaros en manos de lo inmediato, echarnos en los brazos de la simple y pura ciencia antes que confiarnos exclusivamente al Señor.

Pidamos al Señor que nuestra fe sea inconmovible y confiada. Que nada ni nadie nos aleje de Él. Sólo Él puede sacarnos de situaciones que dificultan nuestra felicidad. ¿Tienes fe? nos pregunta el Señor; sanarás, te recuperarás, brillará de nuevo en ti la alegría de vivir.

¿Tienes fe? Entonces no te faltará auxilio en los momentos en los que, por debilidad o enfermedad, veas que la vida se te escapa irremediablemente

¿Tienes fe? Cuídala. Con una oración sincera. Con la escucha de la Palabra de Dios. Con la contemplación. Con el agradecimiento a Dios por haberte hecho hijo suyo por el Bautismo.

¿Tienes fe? No te des por vencido en las causas nobles. Lucha con toda tu alma para que, el mundo que te rodea, deje de ser un flujo de injusticias, de sangre o de desencanto.

¿Tienes fe? ¡Entonces, el Señor, te necesita! Eres de los suyos. Ofrécele, tu fe, como respuesta.

¿Tienes fe? Entonces pídele a Cristo que te conceda vida abundante y de la buena. No esperes a estar enfermo para recurrir a Él y, si te llega la debilidad, entonces que te encuentre fuerte en tus convicciones y confiado en su persona.